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¿Por qué danzar?

Porque la danza es movimiento, y por lo tanto es vida. La forma más natural del juego. El cuerpo nunca miente.

¿Cuándo danzar?

Siempre. No hay realmente una edad para empezar con la práctica de una disciplina que nos agrade. Si bien es recomendable comenzar de niño, sobretodo para poder desarrollarse profesionalmente, siempre estamos a tiempo para comenzar con cursos que nos acercan a la danza.

¿Para qué danzar?

Para practicar una disciplina que cubre los tres aspectos más importantes del hombre:

Quién no se ha maravillado alguna vez ante un espectáculo de danza? “El lago de los cisnes”, “La bella durmiente” y otros despiertan la admiración de grandes y chicos. Y qué decir de la actuación de figuras como Rudolf Nureyev, Mikhail Baryshnikov, Margot Fonteyn y entre los nuestros Julio Bocca, Maximiliano Guerra, Paloma Herrera o Eleonora Cassano. Los grandes pero sobretodo los niños son los más impactados. Es así que muchos de ellos arriesgan su primera intención de seguir la carrera de la danza. Y sin llegar al extremo de una elección a través de la asistencia a alguna representación de ballet (como ha pasado en los casos de gran parte de las primeras figuras tan admiradas) muchas veces se oye decir a las mamás que… “mi nena baila todo el tiempo, es tan armómica, tiene tanta plasticidad, etc”. Y aquí surge para los papás el primer problema. ¿Dónde enviarla? ¿Desde qué edad se puede practicar la danza? ¿Es una carrera cara, sacrificada, difícil? ¿A quién recurrir, con qué profesor, en qué escuela?. Estas líneas quieren orientar a los padres en esta elección.

La fascinación que despierta en grandes y chicos un espectáculo de ballet suele conducir a veces a la voluntad de inscribir en un curso de danza a sus niños, en el caso de los padres, y a bailar en el de los chicos. Este mismo “encantamiento” trae también una serie de dudas y cuestionamientos totalmente lógicos ante una carrera admirada pero cuyos entretelones no son muy conocidos. Por esta razón hoy queremos dar una pequeña guía acerca de cómo elegir un curso de danza para niños y sobretodo en qué momento de sus vidas introducirlos.

¿Desde qué edad debe un niño tomar clases de danza?

La danza es movimiento, y por lo tanto es vida. De manera que el baile es totalmente natural en un niño. Pero no es lo mismo bailar de manera natural, que tomar una clase de danza. Aquí nos enfrentamos al primer problema: ¿desde qué edad debe un niño tomar clases de danza? La experiencia de los últimos años quiere que la edad ideal sea a partir de los 7 u 8 años, ya que el niño que lee y escribe está mejor preparado para la comprensión. Antes de esta edad, desde los 4 o 5 años, conviene recurrir a cursos que no sean específicamente de danza clásica o contemporánea, sino de expresión corporal o de iniciación a la danza en los cuáles irá conociendo un poco el espacio, trabajará sobre la rítmica, con elementos como cintas, esferas, máscaras y desde el juego que es algo natural se comunicará con el otro, pudiendo también incluirse algo de creatividad a través de la improvisación. Iniciar el aprendizaje de una disciplina tan compleja antes de los 7 u 8 años es inconsciente tanto por parte de padres como de docentes.

¿Cuáles son las condiciones requeridas para practicar la danza?

Si bien casi todos los niños son elásticos y tienen gracia en sus movimientos, hay algunas condiciones que son necesarias de manera especial. Un buen esqueleto, una buena musculatura, una columna vertebral sin problemas, oído musical, abertura, elongación, una cierta proporción física son los más importantes. Aunque la ausencia de alguno de estos elementos no quiere decir que no se puede estudiar danza, y muchas veces problemas posturales se han subsanado con el aprendizaje de la danza clásica. Pero hay que tener en cuenta que no es lo mismo el gusto por un arte, que tener aptitudes físicas para practicarlo y talento para llevar adelante y descollar en una carrera.

¿Qué le da la práctica de la danza a los niños?

Desde siempre se indujo a las niñas a la práctica de la danza clásica porque mejora el “porte” y acentúa la elegancia de los gestos. Y esto es cierto. Una bailarina se nota “a la legua”; una espalda bien sostenida, una forma de andar diferente, esa elegancia de gestos delatan una disciplina. La danza en cualquiera de sus formas académicas requiere buena salud, y una vida ordenada. Algo muy deseado en todas las épocas de la historia.

¿Cómo elegir un curso de danza?

Nuestra ciudad tiene una amplia oferta de cursos de todo tipo, tanto en el área oficial como privada. Una clase de danza infantil debería comenzar con ejercitación muscular previa en el piso para cuidar pies, rodillas y espalda, una sección de rítmica, ejercicios de elongación y luego los pasos propios primero frente a una barra que tenga la altura adecuada para que los niños no terminen “colgados” de ella. La frecuencia inicial puede ser de una o dos veces semanales de 60 minutos cada vez, con acompañamiento de música adecuada. Hay que considerar que el progreso debe darse lentamente porque esa es la base de un trabajo bien hecho, a conciencia. En los niños funciona la copia y la repetición del conocimiento. Luego llega el comprensión más racional.
Es importante saber que no siempre el haber bailado genera condiciones docentes, así como muchos docentes no han sido excelentes bailarines. La docencia es un arte en sí mismo, un don y un acto de amor permanente y no cualquiera la puede ejercer, aún teniendo un título habilitante.

Con estos elementos será sencillo diferenciar entre un buen profesional de la docencia y uno que no lo es. Es muy importante además no insistir en la práctica si el niño se resiste. La carrera debe darse por elección personal y nunca por imposición. Ni como la proyección de una frustración paterna. A menudo, los niños piden y definen sus elecciones vocacionales mejor que nosotros mismos, y solo a veces se dan verdaderas vocaciones tempranas. Y estas definiciones suelen venir de la mano de una modificación sustancial de la vida del niño y de la familia. La carrera profesional es maravillosa pero exigente. Requiere condiciones físicas, psíquicas, una gran voluntad… y talento.

A modo de cierre espero que estas líneas sean de utilidad para elegir un curso y para introducir a los niños en una disciplina que puede practicarse profesionalmente o en forma amateur pero en ambos casos con toda conciencia y amor.

Liliana Couto